Yue Minjun, The Pope, 1997. Óleo sobre tela, 198 x 186 cm. Colección privada.

The Pope, es una pintura al óleo de grandes dimensiones. La obra representa al Papa, pero de una manera cómica e incluso ofensiva. Aquí la figura papal se encuentra vestida de negro, en vez del blanco con el que tradicionalmente se les retrata. Además, el atuendo del líder de la Iglesia Católica se ve acortado mostrando su abdomen, así como sus paños menores, haciendo alusión a la protección que el Vaticano le ha dado a los pederastas. El cuello del manto permanece, pero no así el alzacuello tradicional, quitándole la dignidad al personaje. Por otro lado, la cara contemplativa y seria con la que se les suele representar, es intercambiada por el autorretrato de Yue Minjun en una carcajada mostrando los treinta y dos dientes en línea recta. La figura del Papa es echada de su pedestal, al ridiculizarlo completamente y, quizá, al causarle al espectador la misma risa representada en el retrato. Es importante hacer mención de que la obra es de gran formato; lo cual le agrega ostentación a la ridiculez de la misma representación, ya que recuerda la monumentalidad de los retratos de los dictadores del siglo XX como Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Joseph Stalin y, sobre todo, Mao Zedong.
Al ver esta obra, es imposible no pensar en dos de las obras representando al Papa más icónicas de la historia de occidente: Inocencio X, de Diego Velázquez y Estudio de Inocencio X, Estudio según el retrato del Papa Inocencio X de Velázquez, de Francis Bacon. La obra original de Diego Velázquez fue realizada para demostrar la grandeza del líder espiritual. Por otro lado, la obra de Francis Bacon retoma la de Diego Velázquez y le agrega, a través de una pincelada expresionista,  un grito de agonía existencial, cambiando por completo el significado de la pintura original. La obra de Yue Minjun, por su parte, continúa el recorrido de los dos artistas anteriores culminando en una risa maniática; como si después de la agonía no resuelta, sólo le quedara la opción de reírse.
Por otro lado, la obra también contiene características propiamente orientales. La pintura recuerda al Budai, o el Buda que se ríe. Budai es una reencarnación de Maitreya, el Buda del futuro cuyas pocas posesiones son suficientes para mantenerlo contento. En él se representa la idea de un hombre bueno y amado cuya falta de posesiones no reflejan la enorme abundancia espiritual que tiene. Esta imagen se contrapone con la del Papa que, históricamente, ha vivido en la abundancia material y en muchas ocasiones ha abusado de su poder para mantener su riqueza, no necesariamente manteniendo una riqueza espiritual.  

Por otro lado, también es importante recalcar que Yue Minjun es un artista que vivió la Revolución Cultural de China y el oficialismo maoísta. Las imágenes de su vida cotidiana probablemente fueron esos posters propagandistas en las que el Presidente del Partido Comunista, Mao Zedong, los campesinos, los militares y los trabajadores, todos sonreían porque lo importante era que todo el pueblo estuviera unido y sonriendo, representando así la victoria y la fuerza invencible de su nación. Los posters representaban el triunfalismo de esa gran nación y el cuestionamiento a ésta era casi nulo en un país en el que sus habitantes históricamente –y con facilidad- han aceptado como íconos a personajes con gran poder.
La obra, Pope, toma uno de los íconos más importantes de la historia del arte occidental y lo hace sonreír, tal como los posters chinos hacían sonreír a toda la población retratada. Sin embargo, aquí el Papa no se queda en una simple sonrisa, sino que se encuentra en una carcajada congelada en la que parece reírse de sí mismo y de la sociedad occidental al tener a una sola persona en tan alta estima, con tanta influencia y con tanto poder político y moral. Desacraliza un ícono y, a pesar de que la figura y la risa son altamente caricaturescos y falsos, convierte al Papa un personaje más accesible y humano. A su vez, la risa del Papa se burla tanto del espectador como del mismo artista y de lo que los íconos representan, al poner a todos en un mismo plano de ridiculez.
La obra de Yue Minjun hace de la risa “una representación de un estado de impotencia, de la falta de fuerza y de participación, ausentándose los propios derechos que se imponen hoy en día en nuestra sociedad. En definitiva, en la vida.”[2] Aquí se ve a la risa como un arma revolucionaria que constantemente lucha contra la indiferencia de la humanidad. La risa tiene la capacidad de hacernos ver las cosas de una manera más alegre, de combatir la adversidad, de hacernos más fuertes y tolerantes. La risa del artista en este autorretrato transmite una sensación de felicidad que se esconde ante el sufrimiento. Su obra representa el espíritu de la ansiedad de la contemporaneidad, combinada con un ethos asíatico. Se ríe de su propia cultura, creando así una nueva revolución cultural llena de confusión y perdida en su búsqueda.
La habilidad de reírnos de nosotros mismos y de nuestra cultura es un acto en sí revolucionario, ya que demuestra una capacidad reflexiva de la realidad que vivimos.

[1] Peter L. Berger, Risa Redentora- La dimensión cómica de la experiencia humana, 1997 p. 77
[2]  ABC, “Yue Minjun: «La risa es un arma revolucionaria para combatir la indiferencia»” 4 de noviembre de 2015,
última consulta: 29 de octubre de 2017,  http://www.abc.es/cultura/20141104/abci-entrevista-minjun-201411011917.html.

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